martes, 2 de diciembre de 2008

La Nube Negra II

Dr. Paul E. Hennon (USDA Forest Service, State and Privote Forestry, Juneau, Alaska, USA)Dr. Mario Raichenberg (Area de Protección Forestal - ClEFAP)Nota: Artículo extraido del boletín Patagonia Forestal Nº2 año 6
El ciprés esta siendo atacado por una enfermedad que ha causado ya numerosas muertes a lo largo de los últimos años. Al ser ésta una materia prima de excelencia en nuestra región y que forma parte de nuestra cultura, consideramos imprescindible difundir los estudios que se han realizado acerca de este mal.



Durante noviembre y diciembre de 1999 visitamos numerosos bosques de ciprés de la cordillera, desde el Valle 16 de Octubre (Chubut) hasta San Carlos de Bariloche (Río Negro), incluyendo algunos ubicados en Epuyén (Chubut) y Loma del Medio (zona de El Bolsón, Río Negro). El objetivo fue observar rodales afectados con el "mal del ciprés" y compararlos con la enfermedad que ataca al cedro amarillo (Chamaecyparis nootkatensis) en numerosos rodales del SE de Alaska (USA).
El estado sanitario del ciprés de la cordillera es preocupante, sobre todo si tenemos en cuenta que es una de las pocas coníferas nativas que poseen los bosques de la Patagonia Andina. Además porque es la especie que ocupa mayores extensiones, la que más interactúa con el hombre, y sus bosques enmarcan a la mayoría de los principales asentamientos humanos de la región (San Martín de los Andes, Villa La Angostura, Bariloche, El Hoyo, Epuyén, Corcovado y otros) y un recurso productivo en diferentes valles.
Justamente, fue nuestro interés en las enfermedades forestales denominadas enfermedades de decaimiento, lo que nos puso en contacto originalmente, y lo que nos llevó a reunirnos en la Patagonia Andina, proveniendo ambos de puntos geográficos extremos y alejados.
Las enfermedades de decaimiento
El tipo de enfermedad forestal que nos ocupa es aquel en el que no existe en forma evidente un agente biológico responsable de la mortalidad de los árboles; por el contrario los factores ambientales (tales como el tipo de suelo, el relieve y el clima) parecen jugar un rol fundamental en iniciar la pérdida de vitalidad de los árboles y en mantener su deterioro progresivo hasta su muerte. Este proceso también puede estar asociado con características de crecimiento y/o con características genéticas de la especie que puede(n) acelerar el proceso de declinación.
El problema inherente a este tipo de enfermedad forestal es la dificultad en encontrar su causa inicial. Cuando un agente biológico, tal como un hongo, una bacteria o un insecto, está asociado en forma constante y repetida con la enfermedad, se puede realizar una rápida caracterización del problema y una rápida diagnosis: se describen los síntomas y se establece la etiología (la causa). Por el contrario, la ausencia de un agente biológico fácilmente visible en las enfermedades de declinación, indica la existencia de factores que, generalmente, son difíciles de demostrar y de aprehender.
Esto es lo que ocurre en las dos enfermedades mencionadas: el "mal del ciprés" y el decaimiento del cedro amarillo. En ambas enfermedades se han llevado a cabo numerosos estudios a distintos niveles con el objetivo de establecer la influencia relativa de diferentes factores en el desarrollo de la enfermedad, pero hasta el momento ninguno de estos factores ha mostrado por sí solo ser el responsable de la declinación.
En distintas publicaciones pueden hallarse resumidos los conocimientos que tenemos acerca del "mal del ciprés" (Rajchenberg et al., 1998; Filip y Rosso, 1999) y del decaimiento del cedro amarillo (Hennon y Shaw, 1997). Es notorio que tanto Austrocedrus como Chúmaecyparis sean miembros de la misma familia botánica, las Cupresáceas, y que crezcan en latitudes relativamente elevadas.
Síntomas del mal del ciprés
Parece casi evidente que el "mal del ciprés" es una enfermedad con una problemática originada por debajo de la superficie, ya sea a nivel de las raíces o en la estructura propia del suelo. Los síntomas en las raíces (por ejemplo la muerte de los tejidos responsables de la conducción del agua y de los nutrientes elaborados) preceden claramente a aquellos síntomas que se desarrollan en la copa (por ejemplo la pérdida del follaje). Durante nuestras recorridas por los rodales enfermos pudimos corroborar las observaciones previas que señalan la presencia de un proceso de decaimiento en las raíces principales de los árboles afectados (aquellas raíces mayores a 1 cm de diámetro y que llegan hasta el cuello del árbol), y el desarrollo posterior de pudriciones marrones cúbicas restringidas a la albura (Fig. 2).
Dos hongos que provocan este tipo de pudriciones: Postia dissecta y Coniophora árida, fueron particularmente comunes. Estas especies pueden ser patogénicas (en cuyo caso matan a las raíces) o pueden ser saprófitas (en cuyo caso existiría un factor diferente que mata las raíces y estas especies colonizan al tejido vegetal muerto), pero en cualquier caso pareció evidente que las dos especies de hongos son capaces de colonizar las raíces muertas en forma notoriamente rápida, provocando que muchos árboles enfermos se rompan y/o se descalcen a nivel del cuello ya sea antes o justo después de morir. Aunque siempre pudimos verificar la existencia de un proceso de decaimiento en las raíces, la presencia de pudriciones marrones no fue siempre evidente en todos los tocones y/o en las raíces de los numerosos árboles enfermos que examinamos en diferentes rodales.
En algunos árboles encontramos lesiones necróticas extendiéndose desde las raíces muertas hacia el cuello y/o la parte inferior del fuste (Fig. 3). Este tipo de lesiones necróticas junto con la muerte rápida de los árboles, indican la posible presencia de una especie del hongo Phytophtora, tal como ocurre en el cedro de Port-Oxford (Chamaecyparis lawsoniana) (Filip y Rosso, 1999), donde Phytophtora lateralis es responsable de matar árboles grandes y pequeños. Los hongos del género Phytophtora, así como las del género relacionado Pythium, pertenecen a un grupo denominado Oomicetes y son especialistas en atacar las raíces finas de numerosísimas especies vegetales, incluyendo árboles. Aunque ya se ha realizado una búsqueda de especies de Phytophtora y Pythium en relación con el "mal del ciprés" (Rajchenberg et al,1998), se necesitan llevar a cabo más estudios con el fin de corroborar estas determinaciones.
El hombre y el "mal del ciprés"
Otras observaciones que pudimos efectuar son aquellas referidas a la actividad humana en relación con el desarrollo de la enfermedad. Los árboles muertos son removidos con el fin de ser utilizados para la construcción o el aserrío, y para reducir el peligro de fuego. Algunas áreas presentan mortalidad en superficies de una o más hectáreas; cuando son regular e intensamente explotadas, la remoción de los árboles ha causado claros muy grandes. El colapso de los rodales es evidente en esos casos, tal como fue mostrado por Loguercio et al. (1999).
Los propietarios se resisten a plantar ciprés de la cordillera en reemplazo de los individuos muertos debido a la amenaza de mortalidad continua y prefieren reemplazar el sitio con especies de coníferas exóticas. En oposición a esta conducta se pueden presentar los numerosos casos donde pudimos observar una regeneración próspera de ciprés en áreas afectadas con el "mal del ciprés" pero donde se había evitado o prevenido el pastoreo por vacunos u ovinos. En esos casos pudimos encontrar plántulas y plantas jóvenes por toda el área afectada, lo cual muestra que el rodal puede recuperarse exitosamente por medio de la regeneración.
Ciertamente, nadie conoce todavía qué podría suceder a una edad más avanzada en un rodal regenerado y sano, si será afectado nuevamente por la enfermedad o no, pero estas observaciones apoyan las ideas de uso de la tierra (incluyendo el manejo forestal) que intentan evitar el reemplazo del bosque nativo con especies introducidas. ¿Qué podría hacerse, entonces? La falta de certezas con respecto al futuro de un bosque regenerado y sano que crece donde hay o hubo "mal del ciprés" nos plantea la necesidad de establecer parcelas de bosque que no sean aprovechadas ni afectadas por actividades humanas. Estas parcelas nos enseñarían qué tipo de sucesión vegetal ocurre en los sitios afectados con la enfermedad y dónde mueren la mayoría de los árboles. Podríamos aprender, además, cómo son la supervivencia y la conducta de la regeneración a lo largo del tiempo. Por otro lado, el hecho de que una regeneración exitosa y sana esté presente y comparta la misma área que los ejemplares enfermos parece contradecir la hipótesis de que una especie de Phytophtora o de Pythium sería el agente primario causante de la muerte. Ambas hipótesis deben ser probadas y confrontadas.
La asociación aparente entre el "mal del ciprés" y las actividades humanas, incluyendo el pastoreo de ganado, seguramente obstaculiza el hallazgo de las causas primigenias de la enfermedad. La alteración de la estructura del rodal dificulta determinar por cuánto tiempo los árboles se han estado muriendo. Es interesante hacer notar que la mayoría de los rodales totalmente sanos que encontramos eran remotos en su ubicación, en un estado relativamente prístino con poca exposición al ganado y alejado de los caminos.
La declinación del cedro amarillo
La suerte del cedro amarillo es bastante diferente a la del ciprés de la cordillera. La descomposición de la madera en las raíces es mucho más lenta y los árboles muertos persisten en pie durante 80 años o más. En Alaska, la mayoría de los cedros amarillos muertos nunca fueron cosechados ni utilizados; de esta manera se optó por tener la oportunidad de comprender mejor cómo ocurre la velocidad de la mortandad de los ejemplares y los cambios en la población. La muerte del cedro amarillo generalmente favorece el crecimiento y el desarrollo de otras especies arbóreas que conviven con él en asociaciones mixtas. La regeneración natural ocurre y, tal como sucede con el ganado en los bosques de ciprés, el ciervo de cola negra (nativo en Alaska) muchas veces es responsable de destruir los plantines de cedro amarillo.
Conclusiones
Como conclusión, ofrecemos algunas ideas acerca de qué se puede hacer con el fin de comprender mejor al "mal del ciprés":1. Obtener información en una transecta O-E en un gradiente de precipitación decreciente con el fin de determinar los factores de sitio específicos, incluyendo las actividades humanas, que puedan estar asociadas con la presencia y la intensidad de la enfermedad. Los resultados de este trabajo proveerían datos fundamentados acerca de la relación de la enfermedad con los factores abióticos. (Este trabajo será iniciado por el Área de Protección Forestal del CIEFAP durante el presente año).2. Iniciar ensayos de inoculación de raíces sanas con los hongos Postia dissecta y Coniophora árida con el fin de establecer si se tratan de hongos patógenos o saprófitos.3. Realizar estudios de descomposición de la madera de raíces de ciprés y de cedro amarillo, con el fin de comprender las diferencias en las velocidades de descomposición rápida (en el caso del ciprés) y lenta (en el caso del cedro amarillo).4. Profundizar los estudios sobre la posible presencia de hongos oomicetes: Phytopthora y Pythium (¿se trata, quizás, de alguna especie peligrosa introducida por la colonización europea a los comienzos del siglo pasado?).
La conservación de los bosques de ciprés debe ser un objetivo de los habitantes de la Patagonia Andina y de las administraciones públicas provinciales y nacionales. Los beneficios que ofrecen estos bosques al bienestar humano son diversos, abarcando el esparcimiento, el alimento y la industria maderera. El aparente incremento del "mal del ciprés" requiere de un esfuerzo sostenido en recursos humanos y económicos por parte de la comunidad, debido a que su control y/o manejo no podrá progresar hasta que la causa original no sea comprendida.